LE REGARD MÉDICAL

La mirada médica del corazón sugiere una determinada simbología. A pesar de que la medicina pretenda que las imágenes del interior del cuerpo se consideren rigurosas y asépticas, es inevitable que muevan nuestro imaginario. Las primeras radiografías despertaron la fascinación de jugar con lo prohibido y se convirtieron en una atracción de feria. En efecto, a menudo las imágenes del cuerpo se han movido entre lo científico y lo tenebroso. En la «Montaña mágica», para Hans Castorp, la radiografía evoca una experiencia religiosa; «lo atrapa la emoción de ver a su compañero transformado en un esqueleto envuelto en una baja forma carnal»[1].

El hecho de que podamos “ver” el interior de nuestro cuerpo probablemente incide en la simbología de los órganos, así como en los significados y las vivencias de la enfermedad. En medicina hay un componente simbólico que condiciona el proceso y la narrativa del hecho de enfermar y la imagen puede definir o sugerir determinadas ideas y fantasías. Esta iconografía interior es relativamente nueva ya que, hasta el descubrimiento de los rayos X, no había sido posible. Es probable que la imagen haya venido condicionando, tanto a la medicina, en su forma de abordar las enfermedades, como al médico, que establece su diagnóstico en base a estas imágenes y a su interpretación. Sombras, perfiles y manchas, patrones y signos que pretenden ajustarse a los códigos diagnósticos.

Por otro lado, esta iconografía deviene inmensamente poderosa, pasando a ser un actor de primer orden en el acto médico y en la relación médico-paciente. Un paciente que ve su intimidad expuesta sin pudor, abierta a una mirada inquisidora. Espectador ansioso y desvalido, confiando en que aquello que le preocupa pueda mostrarse y que el juicio y la sentencia sean veniales.

El cuerpo se ha vuelto transparente[2]; ya no cabe imaginar sino tan solo mirar. La visión precisa del corazón que ofrece la medicina quizás ha propiciado que haya ido empobreciendo su simbología y su capacidad metafórica, para hacerse más literal. La medicina que, como apuntaba Foucault[3], se ha apropiado de la imagen del cuerpo humano, quizás ha desprovisto al corazón de su simbología y de su poesía. Pero, como apunta David Le Breton[4], el universo racionalizado es inhabitable si falta la dimensión simbólica; por este motivo, el mundo desencantado aspira a espiritualidades nuevas.

1 Mann, T. (2009). La montaña mágica. Barcelona: Edhasa.

2 Fernández González, S. (2016). Corazón y sangre. Su representación histórico artística y su simbología en el arte contemporáneo. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid.

3 Foucault, M. (1981). El nacimiento de la clínica: una arqueología de la mirada médica. México D.F.: Siglo XXI.

4Le Breton, D. (1995). Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva visión.

 

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